Cabras en los arboles
Cuando estaba en lo de Juliana, en un momento ella decide sacar de un armario medio escondido, un conjunto bien ordenado de sobres, papeles y folios de plástico.
Cada uno ocupa un lugar específico.
Los despliega uno por uno y puedo ver las imágenes que fue armando en este tiempo. Parecen crónicas de alguna mitología que todavía no se descubrió.
Se hace evidente que sus personajes son aventureros y valientes. Son aquellos que se cansaron de estar encerrados tanto tiempo en revistas llenas de polvo y tienen la necesidad de salir a explorar y ver lo que hay más allá.
En su búsqueda, ellos encontraron lugares abandonados, inhabitados, donde el tiempo arrasó con todo lo que quedaba. Se sintieron a gusto ahí, había algo acogedor en estos ambientes. Las leyes físicas nunca se escaparon.
Empezaron a investigar estos espacios llenos de objetos extraños, algunos gigantes, otros minúsculos o de colores raros.
Fueron entendiendo su entorno de a poco y para aquello que quedaba sin responder, se contaban fábulas y leyendas del principio de los tiempos. Los más chicos afirman que las primeras lluvias eran de animales, personas y objetos, hasta que todo se llenó de cosas y entonces fue agua la que cayó. Algunos aseguran que esas sillas plegables son originarias del fondo del mar, pero en alguna expedición submarina se las trajo a las playas para que las señoras puedan sentarse tranquilas a leer el diario y comer sanguchitos. Nadie habla de aquella vez en que los animales gigantes invadieron las estaciones de servicio por falta de alimento ¿O fue por otra cosa?
Juliana dialoga con estos personajes y recopila sus historias en una enciclopedia imaginaria. Une estos espacios, junta al roto con el descosido, los arropa y les da un lugar. Invita a llenar esa enciclopedia en conjunto con quienes se animen.
Al final de mi visita, ella junta las historias, las vuelve a ordenar de la misma manera y las guarda en ese armario, dejándome el recuerdo de presenciar la creación de una mitología actual al mejor estilo cortar y pegar.
Texto de Andrés Alvez
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Goats in the trees
While at Juliana’s place one day, she suddenly decides to take out a well-organized set of envelopes, papers and plastic folios of a tucked away closet.
Each of them has a specific place.
She unfolds them one by one and I can see the images she has been putting together so far. They seem to be chronicles of a somewhat mythology not yet unveiled.
It is evident that her characters are brave and adventurous. They are those who got tired of being confined for a long time in dusty magazines, feeling the need to get out and explore and see far beyond.
In their search, they found abandoned, uninhabited places, where time laid waste to the remains. They felt at ease, there was something cozy in those settings. The laws of physics never got away.
They started to investigate those spaces full of unusual objects, some of them huge, some others tiny or weird colored.
They have been gradually understanding their environment and if something remained unanswered, myths and legends from the dawn of time were told. The smallest characters assure that the first rains brought animals, people, and objects until the whole setting was crowded in with things and then it was water that fell down. Others claim that those folding chairs are from the bottom of the sea, but that in some submarine expedition they were brought to the beach for old ladies to seat pleasantly and read the paper and eat those finger sandwiches. Nobody talks about the time when giant animals took over gas stations due to a lack of food. Or was it for another reason?
Juliana enters into a dialogue with these characters and compiles their stories in an imaginary encyclopedia. She puts these spaces together, joins kindred spirits, tuck them in and offers them a place. She inspires to fill in that encyclopedia with those daring to do so.
When my visit is over, she puts all the stories together in the same order and keeps them in that closet, leaving in my memory the creation of a current mythology at the best cut and paste style.
Text by Andrés Alvez
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